domingo, 7 de abril de 2013

Marco Teórico


Marco Teórico

 

La ecología política urbana es una disciplina en emergencia que provee de un enfoque multidisciplinario para el  análisis del  cambio socioambiental que se presenta en los asentamientos urbanos. Para conseguir “ciudades sostenibles” es necesario dos condicionantes, el primero se relaciona con los aspectos políticos, sociales, económicos, culturales y ambientales que producen los paisajes urbanos. Y, el segundo tiene que ver con la estructura y organización de las relaciones de poder, sus discursos y su expresión social e institucional en dichos entornos (Gómez 2006) que viene a ser la ciudad como tal, entendida desde uno de los principales espacios que entra dentro del juego de la disputa.

 
            Para lograr una sostenibilidad urbana, algunos son los factores que deben ser tomados en cuenta. Un medio ambiente urbano saludable, no puede ser entendido desde un punto estrictamente económico; es importante tener presente que el ser humano está inmerso dentro de un complejo campo, en el cual sus relaciones sociales se conjugan con el ámbito político, cultural, ambiental, etc., que son expresados en los procesos de urbanización.

 
            La ecología política urbana brinda una visión multidisciplinaria e integradora de los acontecimientos llevados a cabo en las ciudades. Otras disciplinas pertenecientes a las ciencias sociales no han podido explicar de manera clara los factores que conllevan a un proceso de cambio socioambiental. “La ecología política representa una alternativa a la ecología clásica o «apolítica», y tiende a incorporar explícitamente la influencia significativa de las fuerzas políticas, sociales y económicas en el estudio del cambio socioambiental” (Gómez, 2006:170). La idea recién expuesta se complementa al afirmar que:

 El mundo se encuentra en un estado de metabolismo perpetuo en el que los procesos naturales y sociales se combinan en contextos históricos y geográficos específicos, dando como resultado “socionaturalezas producidas” o “naturalezas históricas” compuestas por elementos biofísicos, económicos, políticos, sociales y culturales  (Swyngedouw, 1999: 447citado en Gómez, 2006: 171).

La mercantilización e instrumentalización de diversos elementos y procesos naturales ha creado perfectas plataformas para la acumulación de riquezas. Esto ha sido posible en la medida que existen las condiciones políticas, sociales y económicas que permiten que la naturaleza sea vista como “un instrumento de consumo” en el espacio urbano de una ciudad capitalista (Irarrázaval, 2012).

La urbanización crea relaciones cada vez más complejas entre la naturaleza y las ciudades que no deberían verse de manera opuesta a la ecología o el medio ambiente. La ecología política urbana no se centra en afirmar que sí existe una degradación de la naturaleza en el proceso de expansión de la ciudad, sino que también “trabaja aceptando la riqueza biológica y la diversidad ecológica de los ambientes urbanos” (Gómez, 2006: 172).
                   
La ecología política urbana considera la urbanización como un proceso que está en el origen de muchos de los impactos ambientales y, al mismo tiempo, los contextos urbanos son entendidos como los espacios donde los problemas socioambientales se experimentan más profundamente (Gómez, 2006:172). En otras palabras, “[i]t is on the terrain of the urban that [the] accelerating  metabolic transformation of nature becomes most visible, both in its physical form and  its socioecological consequences” (Heynen et.al, 2006:41). En apoyo a esta tesis Irrarázabal menciona que:

El medio ambiente urbano constituye una transformación de la naturaleza, que representa extensos  procesos sociales, políticos y económicos que se articulan material e inmaterialmente en la ciudad, así como en su dinamismo metabólico, propio de un  espacio humanamente producido. Las desigualdades socioambientales, materializadas en las distintas morfologías que componen la ciudad, evidencian estos procesos, así como los modelos adoptados, vividos, o bien impuestos en ella (Irarrázabal, 2012:75).

 El enfoque que tiene la ecología política urbana se caracteriza por ser crítico y por tener en cuenta los aspectos socioeconómicos del consumo combinados con los aspectos sociopolíticos, culturales y ambientales. Ellos intervienen en el análisis de los paisajes y los espacios de consumo que se crean durante el proceso de urbanización (Gómez, 2006). El cambio que se muestra en la ciudad radica en la producción de nuevos paisajes urbanos, los cuales producen segregación social[1],  es decir diferenciación y desigualdad dado los lugares donde se ubican y los diseños de las edificaciones a construirse, las mismas que cuentan con un “imaginario verde” que es empleado por las inmobiliarias como un plus en el cual los nuevos compradores podrán sentirse más cerca de la naturaleza. Según  Irarrázabal (2012) estas condiciones han determinado que en las ciudades se desarrolle una desigual distribución de las condiciones ambientales, dado que cuando la gestión urbana queda en manos del sector privado, sólo las élites o clases sociales[2] con mejores condiciones culturales y económicas pueden acceder a áreas verdes y al arbolado urbano, incrementando cada vez más la desigualad y marginación.  


Por ejemplo, el habitar zonas con mayor presencia de áreas verdes implica una serie de benecios para la población como la regulación de los riesgos hidrometeorológicos y de remoción en masa,  la captación de material particulado y la depuración de la columna de aire, la concentración de biodiversidad (especialmente avifauna), así como también todas las ventajas paisajísticas, espirituales y culturales que implica (Irarrázabal, 2012 :75).
 

Las clases sociales que acuden a vivir en estos nuevos sectores urbanizados son considerados como nuevos habitantes y a los antiguos moradores como viejos y son ellos quienes conocen la historia y transformación que ha tenido especifico sector en la ciudad. Dentro de este contexto existe desigualdad que en el plano de la ecología política urbana responde a una injusticia ambiental[3], los sectores destinados a personas de estratos económicos altos son los que producen mayor contaminación atmosférica y mayores temperaturas, esto dado al tipo de construcción, al uso de vehículos privados, pues no tienen un sólo vehículo, al menos son dos, esto depende de los miembros de la familia.  La contaminación por parte del parque automotriz en la ciudad de Quito constituye la principal fuente de polución y emanación del dióxido de carbono hacia el medio ambiente. Por su parte, los sectores pobres que viven en el mismo sector utilizan el transporte de uso masivo, como los buses, trolebús, metro, ecovía, lo cual indica que ellos no se benefician ambientalmente con la presencia de estas nuevas edificaciones.

 
Para clarificar este hecho, podemos recurrir a las cifras del (Plan Maestro de Movilidad del DQM 2009-2015), en las cuales según el gráfico 1 se observa cómo los automóviles se han incrementado: en 1999 había alrededor de más de 200.000 vehículos, en el año 2012 esta cifra se ha triplicado y la cifra ha ascendido alrededor de 600.000 automóviles, lo cual es claramente palpable con el tráfico existente en la ciudad de Quito.                                                            


Gráfico 1

 


FUENTE: Plan Maestro de Movilidad del DMQ 2009-2015

El gráfico indica el incremento del parque automotriz y con esta situación es muy complicado que exista una reducción de la contaminación atmosférica. Según Romero (2009) esta diferenciación responde a las desiguales socioeconómicas de sus residentes, manifestadas en las densidades de ocupación de los suelos urbanos, presencia de áreas verdes, materiales y diseños de las construcciones. Estas asunciones se englobarían en el contexto de la ecología política de inspiración marxista, que asocia las injusticias del desarrollo urbano desigual con los procesos propios del capitalismo (Gómez, 2006).

 
El desmejoramiento de las condiciones ambientales en las ciudades como consecuencia de la privatización de los espacios urbanos, ha hecho que haya una disminución en la calidad de los climas y en la vegetación de las ciudades. Éstas al encontrarse inmersas dentro de un marcado proceso de expansión urbana, se ven afectadas por la reducción de las superficies naturales y se produce un cambio en los usos y coberturas del suelo. Hecho que afectará a los servicios ambientales que éstas entregan a la ciudad, pues producirán modificaciones sobre el clima urbano, causando  aumento de las temperaturas y aparición de islas de calor urbano, siendo afectado todo el conjunto de la población (Romero, 2009). Sin embargo, de manera especial, los más perjudicados serán los pobres porque no tienen servicios ambientales en los espacios donde se desarrolla su vida cotidiana, de igual manera, “la distribución del clima urbano, más especícamente la concentración de altas temperaturas, implica una mayor susceptibilidad ante enfermedades cardiovasculares y respiratorias, a la vez que también aumentan las enfermedades infecciosas y las asociadas a contaminación atmosférica en periodos cálidos” (Irarrázaval, 2012: 75).

La ecología política urbana, es el resultado de un proceso complejo que incluye factores sociales, políticos, económicos, ambientales y culturales, los cuales permiten comprender la dinámica que presenta una ciudad y su transformación en diferentes espacios urbanos desde el lado rural hacia uno moderno en donde los estilos de vida de las poblaciones evolucionan e impactan en las relaciones que mantienen los seres humanos dentro de un mismo territorio. El cual no puede ser entendido sin tener en cuenta a los actores sociales, pues son ellos quienes con su actuar lo modifican y lo dotan de sentido, de manera que se lo debe entender como a una  socionaturaleza, la cual es entendida desde diferentes discursos que actúan como beneficio para unos y como afectación para otros.

 

Bibliografía


Gómez, Elena (2006). “La ecología política urbana una disciplina emergente para el análisis del cambio socioambiental en entornos ciudadanos”. Revista Digital Dialnet No., 48, pp. 167-178. Disponible en http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2328196 (visitada el 6 de abril de 2013).

 
Heynen, Nik, Maria Kaika y Erik Swyngedouw, compiladores (2006). In the Nature of Cities 
Urban political ecology and the politics of urban metabolism. New York: Routledge  270 Madison Ave NY 10016. Disponible en http://scholar.google.com.ec/scholar?q=In+the+nature+of+cities:+urban+political+ecology+and+the+politics+of+urban+metabolism&hl=es&as_sdt=0&as_vis=1&oi=scholart&sa=X&ei=oA1iUYHqEoes8QSK4ICwCA&ved=0CCgQgQMwAA (visitada el 6 de abril de 2013).

 
Irarrázabal, Felipe (2012). “El imaginario "verde" y el verde urbano como instrumento de consumo inmobiliario: configurando las condiciones ambientales del área metropolitana de Santiago”. Revista Invi No. 57, Vol. 27, pp. 73 -103. Disponible en http://revistainvi.uchile.cl/index.php/INVI/article/view/671 (visitada el 6 de abril de 2013).


Romero Hugo y Dustyn Opazo (2011). “Ecología política de los espacios urbanos metropolitanos: Geografía de la injusticia ambiental”. Revista Geográfica de América Central N.º 47E, Vol. 2. Disponible en http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/geografica/article/view/2470 (visitada el 6 de abril de 2013).




[1] Es la relación con la ocupación de los diversos espacios de la ciudad, en forma exclusiva, por habitantes que pertenecen a un mismo grupo socioeconómico y que ejercen una exclusión permanente respecto a otros grupos que se ubican en sus vecindades (Romero, 2009), es decir que se caracteriza por ser discriminatoria.
[2] También puede ocurrir que sean orientadas hacia personas de diferente raza o género.
[3] Se refiere a la localización de manera desproporcionada de los efectos ambientales adversos sobre los lugares donde residen los sectores sociales más vulnerables (Romero, 2009).

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